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01 octubre 2021

Nany Suárez, primera campeona de Europa asturiana

Joana 'Nany' SuárezJoana 'Nany' Suárez (Avilés, 32 años) ha hecho historia. Se proclamó campeona de Europa del peso minimosca tras superar a domicilio a la francesa Marie Connan. La avilesina, aunque residente en Bilbao, ganó por decisión mayoritaria en Vendome y se convirtió así en la primera campeona de Europa asturiana y también en la primera española que consigue la corona en este peso.

Fue un combate de clara superioridad de Nany, que derribó hasta en dos ocasiones a la gala. Sin embargo, los jueces fueron exigentes y el triunfo llegó por decisión mayoritaria (94-94, 96-93, 95-93). La asturiana había sido nombrada el pasado mes de marzo coaspirante al título europeo, vacante desde 2016, junto a Marine Connan, en un combate que iba a tener lugar el 12 de junio y que, posteriormente, se retrasó hasta el 28 de agosto.

12 abril 2021

Rodríguez Cal: un obrero de Avilés

Entre la delegación española que viajaba a Munich 1972, había un chaval de 20 años que se preguntaba qué estaba haciendo allí. Con él veía a Luyk y Brabender, a Mariano Haro. Y sabía que rumbo a Kiel iba el Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, a hacer lo mismo que él: participar en los Juegos Olímpicos. Y él, Enrique Rodríguez Cal, era un chaval de veinte años, boxeador, campeón de Asturias y de España del peso minimosca, y que aspiraba a ser obrero de Ensidesa, la gran siderúrgica asturiana.

Rodríguez Cal boxeo

Ellos salían a veces en los periódicos -mucho más el Príncipe, claro- y él apenas había logrado ver alguna vez su nombre en La Voz de Avilés. Pero no se le iba en la cabeza el hecho de que había logrado su sueño: quería estar en los Juegos Olímpicos. Y quería ser boxeador.

Porque en la España de los años 60, ser boxeador era algo tan apetecible, y más inalcanzable, que ser futbolista de éxito. Porque lo único que hacía sombra al omnipresente fútbol era el boxeo. El Palacio de los Deportes de Madrid se llenaba para ver a Miguel Velázquez, a Pedro Carrasco o José Legrá. Las veladas se televisaban. El país se paralizaba para verlas. Y sobre todo, con Urtain, el de la triste historia.

Y los chavales, llevados por la ilusión, hacían guantes pero sabiendo que futbolistas había cientos y boxeadores, seis o siete. Todos ellos eran los ídolos del pequeño Enrique pero para él había, además, otro, más especial y asequible. Su hermano mayor, ya boxeador. Si Enrique Rodríguez Cal se hizo popular como Dacal II fue porque antes hubo un Dacal I. A ese Dacal I le acompañaba el pequeño Enrique a las veladas, le preparaba los guantes y los masajes y de su mano entró por primera vez en un gimnasio de boxeo cuando tenía 14 años. Para ducharse había un bidón con un agujero debajo. El resto de las condiciones nos las podemos figurar, pero Enrique las suplió con coraje, valor y voluntad.

De complexión fuerte, pero reducida, se inició en el peso mosca. Y no le fue mal: rápido y joven campeón de Asturias, comenzó a llamar a la puerta de los títulos nacionales aficionados y, por tanto, del equipo nacional. Pero algo le faltaba. No supo qué hasta que un entrenador le dio la clave. "Baja de peso. Hazte minimosca". Y Enrique Rodríguez Cal se resignó a pesar 48 kilos. Llegó al campeonato de España y lo ganó con la gorra. Luego, llegaron las pruebas de selección olímpica, entre los jóvenes valores y los consagrados. La cosa estaba tan igualada que se llamó a los grandes profesionales Legrá y Carrasco para juzgar. Y dijeron que a Múnich debía ir Rodríguez Cal. Él se enteró pocas horas antes del viaje.

Enrique leía la prensa. Fue por ella que se enteró que había tenido muy mala suerte en el primer combate: el campeón de Europa, el rumano Alexandru Turei. Le ganó. Después el estadounidense Davey Armstrong. Le ganó con más claridad aún. Después el cubano Rafael Carbonell. Con todo el respeto que siempre imponen los boxeadores cubanos. Además, ocho años más de experiencia, campeón Panamericano y terceros Juegos Olímpicos a cuestas. Y ante Carbonell hizo el combate de su vida. Un combate que aseguraba una medalla, la de bronce, que acabaría siendo la única en los Juegos de Munich, y en 16 años de Juegos de Verano para España.

Pero por desgracia, también sería su última victoria olimpica. En el combate por la final tocó el coreano del norte Kim U-Gil y por esas cosas del boxeo olímpico Enrique perdió ante la sorpresa general. Pero ganó, eso sí, la fama: vino a conocerle el Príncipe Juan Carlos, saludó a Julio Iglesias, pudo también aproximarse a Abebe Bikila, ya entonces en silla de ruedas, a quien él admiraba profundamente porque como siempre dijo, de no ser boxeador hubiera querido ser maratoniano. Tuvo que enseñar muchas veces la medalla y en Avilés su club de siempre, la Atlética Avilesina, su segundo hogar, le hizo un homenaje popular, modesto pero entrañable.

No quiso, eso sí, pasar a profesional, lo que hubiera sido el paso natural en aquella España en la que reinaba el boxeo, porque él quería ser otra vez olímpico. Y siguió en la selección española. Pero claro: aunque tenía una beca había que pensar en el futuro: En el Mundial de 1974 se clasificó para las semifinales cuando recibió una llamada de su esposa: En Ensidesa estaban admitiendo trabajadores. Se fue raudo a buscar a los responsables de la selección y les dijo que o le arreglaban el ingreso, o dejaba las semifinales y se volvía a Avilés a apuntarse al proceso. Se lo arregló la Atlética Avilesina y Enrique siguió en Cuba.

Pero las cosas del boxeo: cuando en Montreal 1976 Enrique Rodríguez Cal, abanderado de la delegacíón, era favorito, avalado por medallas mundialistas, y había tenido suerte en el sorteo, un encontronazo fortuito le provocó un corte en la ceja. Y fue eliminado según las reglas del boxeo amateur. Y años después aún lo recordaba: "Cuando en Munich gané la medalla, no se cabía en el vestuario. Cuando perdí en Montreal estaba solo". Fue Ladislao Kubala, el seleccionador de fútbol, que estaba presente en el combate, quien le acompañó a que le cosieran la ceja.

Y no hubo una tercera experiencia. Al final, Dacal tuvo que hacerse profesional porque con familia que mantener, calculó que podría añadir más a su sueldo de Ensidesa así que con la beca amateur. Cosas de aquellos tiempos del boxeo olímpico amateur. Y allí, en Avilés, sigue el bueno de Enrique corriendo carreras populares. Al final, sí pudo correr su maratón.



Fuente: MARCA

28 diciembre 2019

La edad de oro del boxeo avilesino

boxeo avilés
ElComercio | Cuando se habla de boxeo en Avilés se piensa rápidamente en el candasín afincado en nuestra villa José Enrique Rodríguez Cal 'Dacal II'. Pero junto a él existió un grupo de púgiles que competían al más alto nivel español e incluso peleaban en cuadriláteros internacionales. Esos fueron los casos de Antonio Morcillo, Valentín Izquierdo, Fernando Pérez, José González Riveiro, entre los principales competidores o el técnico de la Atlética Avilesina Luis Noriega, que dieron lustro deportivo a una villa en la que relucían competidores a pesar de las precarias instalaciones existente.

Estamos hablando del boxeo moderno, ya que el antiguo se llevaba practicando en otras partes del mundo desde hace miles de años, hasta el punto de que en su versión antigua figuraba como una modalidad en los Juegos Olímpicos de Atenas y ya se hace mención a él en textos de Homero. En nuestra ciudad no se vería lógicamente hasta principios del siglo XX y fue en la décadas de los años 20 y 30 cuando tuvo un primer realce la mano de José López 'Pantera de Sabugo', habitual en la disputa de los títulos regionales, llegando al trono del peso medio, aunque luego quedó un tanto en el olvido tras la Guerra Civil. O el también recordado Alejandro Soler 'Calpena', gijonés de nacimiento pero residente en nuestra villa.

Pero el recuerdo deportivo que nos ocupa es precisamente el del periodo de la máxima pujanza local, la década de los años 60 y 70, que tuvo su mayor culmen en 1972 en forma de la medalla olímpica de bronce en Munich de José Enrique Rodríguez Cal 'Dacal', competidor ya por entonces de la Atlética. En su misma hornada entrenaban por los gimnasios de la villa otros jóvenes que hicieron las delicias de los aficionados en la polivalente cancha de La Exposición, cuyos combates eran largamente publicitados y contaba con los graderíos llenos. Era una época en la que a nivel mundial se leían frecuentemente las hazañas de Cassius Clay, o los españoles Urtain, Pedro Carrasco, José Legrá o el asturiano Gitano Jiménez, pero nuestra villa disponía de boxeadores que llegaron a estar entre los diez primeros del ranking nacional absoluta.

Uno de ellos fue Antonio Morcillo, quien ese mismo año 1972, lograba el sexto puesto en la clasificación del ranking español de los pesos pluma. Precisamente el título era para el citado Gitano Jiménez, al que siguió Legrá. Como anécdota cabe citar que el número 3 del ranking era nada menos que un púgil de Almería llamado José Bisbal, que seguro le hará al lector elucubrar sobre quién sí. Si, es cierto, es el padre del popular cantante David Bisbal. Morcillo era un hombre rápido de pies y hábil zurda que había llegado con su familia a Avilés a la once años de edad, tras dejar atrás el pueblo jienense de Santiago de la Espada. Tras ser campeón de Asturias y del Interregional de León y Cantabria, se quedó en Salamanca a las puertas del título de España.

Un rival temido
Coetáneo suyo era Fernando Pérez, quien fue campeón de España de superligero y ligero durante varios años y con un amplio historial de victorias tanto en nuestro país como internacionalmente con la selección hispana, llegando incluso a celebrar un gran combate en Nápoles frente a Ernesto Bergamasco. Zurdo como Morcillo, Pérez fue un rival muy temido en la categoría y, sino, que se le digan a al ex olímpico Mariano Pérez, a quien derrotó en dos ocasiones por ko.

Las mieles de la selección española también fueron saboreadas por José González Riveiro, coruñés de Pontedeume, pero afincado desde su más tierna infancia en Avilés al igual que otros muchos que llegaron con sus padres a la llamadas de las fábricas multinacionales de nuestra comarca. Como no podía ser menos, sus puños y destreza en el ring fue labrada por Luis Noriega, a quien tanto debía el boxeo local esos años. Riveiro logró el título de España en la categoría de superligero en 1966 ante José María Madrazo en la plaza de toros de Oviedo, pocos días antes de enfrentarse a una leyenda como fue el ex campeón del mundo José Legrá, con el que no tuvo tanta fortuna.

En la elite del boxeo español estuvo igualmente Valentín Izquierdo, otro deportista llegado de niño más allá del puerto de Pajares (natural de Villamanín) y que triunfó en los cuadriláteros de La Exposición, al lado del estadio Román Suárez Puerta o improvisados escenarios como la plaza de toros portátil de Los Canapés o gimnasios de la Atlética y Club de Mar, antes de dar el salto a las grandes cotas. Era el púgil de mayor envergadura y volumen, por lo que competía en los pesos pesados. Su clase era tal que lograba alzarse con el campeonato de España en el año 1962 y primer puesto igualmente en los Juegos de la Merced, en Barcelona. Su progresión fue tal que sería preseleccionado para participar en la Olimpíada de Tokio 64, pero una desafortunada fractura doble en la muñeca de la mano derecha cuando entrenaba con la selección le privaría de la cita olímpica.

Una larga lista
No es fácil recordar a cuantos boxeadores pasaron estos años primero por los gimnasios y luego por los rings avilesinos, pero si al menos nombrar buena parte de ellos, incluso a sus predecesores de los años 50. Aún son muchos los buenos aficionados al deporte local que sigue recordando las andanzas de Abel Martínez -mentor de Dacal II y que celebró su primera pelea a los 17 años nada menos que en el cine Marta y María-, Tito Sousa, Pepe y Manuel López -Pantera II y III y familia del predecesor de Sabugo-, Modesto Vega, Aquilino Arias, Toni Falcato, Avelino Rodríguez Cal, Villaverde, los hermanos Coronado, Basilio.

Cada combate de todos ellos era muy anunciado en prensa, radio y carteles por la ciudad y se abarrotaban las gradas, en especial las de La Exposición y afición local se desplazaba con mucha frecuencia para ver a sus conciudadanos a las plazas de toros de Oviedo, en Buenavista, y a la del Bibio, en Gijón, utilizadas para los combates. Grandes tiempos para el boxeo avilesino que en la actualidad sueña con reverdeces sus laureles.

03 diciembre 2019

Promesas del boxeo asturiano buscan dar el golpe

Selección Asturiana de boxeo
Reduan Ahsain, Nina Suárez, Florin Costache, Paula Pérez y Constatin Damián, miembros de la Selección Asturiana. / DANIEL MORA
@elcomerciodigit | Púgiles de un deporte plagado de estereotipos, especialmente para los más jóvenes y las mujeres, las promesas del boxeo asturiano disputarán en Los Alcáceres (Murcia) el Campeonato de España Joven y Júnior, que arranca el miércoles y concluye el domingo. No hay miedo en sus rostros juveniles. Se citan a las puertas del Grupo Covadonga en la víspera de un viaje que se presenta «ilusionante». «Este año tenemos muy buenos nombres», dice Andrés Saspar, entrenador del Club de Boxeo Sampar y jefe de equipo de la Selección Asturiana. «Somos optimistas con nuestras posibilidades», enfatiza.

Reduan Ahsain, Nina Suárez, Florin Costache, Paula Pérez y Constatin Damián llegan por separado a las instalaciones del Grupo. Cinco de los nueve boxeadores que representarán a la Selección Asturiana en los Campeonatos de España y que podrían acceder a nuevos retos por Europa. «En Murcia estarán los mejores», indican. Se saludan de forma tímida. Algunos apenas se conocen, aunque esta semana estarán todos juntos concentrados en el Centro de Alto Rendimiento, el recinto que acoge el torneo. «Allí tendremos tiempo para estar todos juntos», cuentan.

Recorren las instalaciones del Grupo, despacio. Alcanzan uno de los gimnasios. En su interior, un 'ring'. A un lado seis alumnos guantean en una clase impartida por Óliver Sánchez. Los jóvenes sonríen y observan con complicidad el entrenamiento.

Gran parte de las expectativas de la Federación Asturiana están en dos miembros: Nina y Reduan. De padres marroquíes, pero nacido en Gijón hace 18 años, Reduan es una de las grandes promesas del boxeo nacional. Cuatro veces campeón de España, empezó a practicar este deporte con once por amor fraternal. Su hermano, Dress, boxeaba, aunque hace tiempo que ya no compite. Él después continuó con su legado. «¿Si el boxeo es peligroso? Supongo, pero jamás he sangrado en combate, ni he estado cerca de hacerlo», desvela, reconociéndose «preparado» para revalidar el Campeonato de España, ahora en la categoría de 69 kilos. «Estoy motivado y con ganas», asegura.

Nina será otra de las grandes referencias del equipo asturiano. Su rostro, inocente, bondadoso, contrasta con sus impactos. «En el colegio, mis amigas me preguntan 'Nina, ¿por qué practicas boxeo? Eso es para hombres'». En 2018 se proclamó campeona de España. Este año busca el título en 48 kilos. Su madre, Natalia, sufrió cuando decidió sustituir la gimnasia por el boxeo. Ahora estará junto a Óscar, el padre, en Murcia para apoyar a una de las grandes esperanzas del boxeo asturiano. Hasta ahora no conoce la derrota. «No estoy nerviosa para nada», confiesa la gijonesa.

Paula representará a Asturias en la categoría de 54 kilos. Busca la reválida y cumplir su «sueño» de competir. El año pasado el infortunio le negó contrincantes en su peso. «Me quedé con las ganas». Descubrió el boxeo gracias su gemela Andrea. «A partir de ahí me enganché», asegura. Como sucede con Nina, los estereotipos también la han golpeado don dureza. Y los miedos de su familia. «A mis padres no les gusta, pero siempre me están apoyando», dice.

Florin, un joven de 16 años atípico, se estrena en Murcia en 50 kilos. Desde los diez boxea en su tiempos libres. Ha dejado sus estudios y se gana la vida como chatarrero. «Estoy muy motivado por subirme al 'ring'. Tengo ganas de que comience todo», cuenta 'Floro'.

06 enero 2018

Un KO en el vestuario

Mario D. Braña
. - Por una desgracia, ajena a lo que pasa entre las doce cuerdas de un ring de boxeo, Asturias no tuvo opción de doblar la recompensa de sus deportistas en Múnich-72. La imagen española de aquellos Juegos fue la del menudo Dacal con su medalla de bronce. Alfonso Fernández, que también quería comerse el mundo, no pudo optar al podio. Quedó K.O. en la ducha.

Alfonso Fernández estaba en el vestuario del Sport Halle de Múnich, tras ganar el primer combate del cuadro en el peso welter (hasta 69 kilos). La felicidad del boxeador asturiano se borró de repente, por un gesto que habría repetido cientos de veces: «Estaba duchándome y, al tapar una de las fosas nasales para expulsar toxinas, por un poro de la nariz pasó aire al párpado y el ojo se hinchó como un globo».

El reconocimiento médico confirmó los peores augurios. Alfonso Fernández no pudo presentarse al combate del 30 de agosto frente al británico Maurice Hope. «Si hubiera ganado ese combate, me metía en la pelea por las medallas». Una decepción que, tantos años después, el ovetense se toma con filosofía: «Me llevé un buen disgusto en aquel momento, pero con el tiempo el recuerdo de aquellos Juegos es agradable».

Dominador indiscutible de su peso en España, Alfonso Fernández no pasó la incertidumbre de Dacal sobre su presencia en Múnich: «Un año antes ya sabía que iría. Por eso pude centrarme en la preparación para los Juegos. Fue dura, con concentraciones y encuentros internacionales. Pero también resultó llevadera porque el seleccionador, Palenque, era muy simpático y animaba el ambiente».

Al margen de su incidente, Alfonso Fernández guarda recuerdos curiosos de su estancia en la villa olímpica. Por ejemplo, de su «tropiezo» con el ex atleta etíope Abebe Bikila, al que tuvo que dejar pasar en silla de ruedas. O de su partida de tenis de mesa con el entonces incipiente cantante Julio Iglesias: «Me pidió una entrada para el boxeo y le contesté que lo único que podía hacer era dejarle la chaqueta del chándal. Mis compañeros se rieron de mí porque no lo conocía. Y, encima, me ganó al ping-pong».

Como todos, Fernández pasó momentos de tensión tras el ataque a la delegación israelí, pero se alegró por la continuidad de los Juegos. De esa manera pudo disfrutar de alguna jornada de atletismo en el espectacular Estadio Olímpico de Múnich y de una ceremonia de clausura que recuerda «más espontánea que la de apertura, con bastante animación y azafatas muy guapas».

En lo deportivo, Alfonso Fernández no tuvo la oportunidad de desquitarse en Montreal. La Federación Española de Boxeo no atendió su solicitud de apoyo económico para seguir cuatro años más y se hizo profesional. Una experiencia que no salió bien porque se frustró una pelea por el título europeo e incluso una velada en el Madison Square Garden de Nueva York. En 1979, con 28 años, colgó los guantes y encauzó su vida por otros derroteros.

Afincado en Madrid, Alfonso Fernández trabaja como auxiliar sanitario en el Hospital Gregorio Marañón, alejado del boxeo y casi borrado de los archivos olímpicos. «En la época de Ferrer Salat, el COE me mandaba todos los años una felicitación y algún detalle que me ponía la piel de gallina. Pero desde entonces no me llama nadie».

Alfonso Fernández se mantiene en forma corriendo entre ocho y diez kilómetros diarios por la Casa de Campo. Le gustaría venir más a menudo a Asturias, para ver a su familia o recordar los escenarios de su niñez, en los barrios de Pumarín, donde nació, y de San Lázaro, en el que pasó sus años de niñez y juventud hasta que el boxeo le sacó billete de ida a Madrid.